El masaje infantil como técnica agradable y placentera es un arte tan antiguo como profundo y puede convertirse en una herramienta sencilla, simple y lúdica de gran valor para una comunicación física y emocional con el bebé. Si a este masajear, palpar y acariciar le sumamos nuestro compromiso y sentimientos, deja de ser "un masaje para el niño o la niña" para convertirse en "un masaje con el niño o la niña, constituyéndose en un momento especial e íntimo dedicado a la construcción de la vincularidad".
No es solo aprender la técnica, la postura de manos o los movimientos sino es involucrarse desde el afecto, observar lo que nos transmite, escuchar, sentir. Es comprender y respetar su tiempo, su ritmo, ofreciéndole lo que necesita. Es estar atento a lo más imprevisible, a lo que nos pide sin palabras, a lo que manifiesta, a respetar su placer o displacer.
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